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Quebrada De Los Cuervos, Treinta y Tres

El pasado fin de semana del 30 de abril y 1ro de Mayo, el Club Land Rover Uruguay organizó su primera travesía por las serranías del departamento de Treinta y Tres, al Noreste de nuestro país. Teniendo en cuenta la invitación que tan gentilmente nos hizo tiempo atrás José Quintín, oriundo de Treinta y Tres y anfitrión de esta travesía, se comenzaron a delinear los detalles de la misma, aunque en realidad por su experiencia y conocimiento de la zona, poco fue lo que pudimos aportar, únicamente en los aspectos de organizar a los socios para la conformación de las distintas caravanas que se iban a armar para el traslado de nuestros Land Rover hacia tan hermosa ciudad del interior del país.

Los planes fueron entonces encontrarnos a la noche en un determinado lugar cerca de Treinta y Tres, donde cenaríamos y nos quedaríamos a dormir armando campamento, para luego el sábado de mañana, partir rumbo a Isla Patrulla por la ruta 89. De ahí adentrarnos en las serranías a través de caminos secundarios, hasta llegar al arroyo Yerbal, donde almorzaríamos. Continuar luego del almuerzo por las serranías, hasta llegar a la casa de José Quintín en el campo, donde cenaríamos y nuevamente armaríamos campamento. El domingo a la mañana, quedaría para hacer lo que nos gustara, para retornar a nuestros hogares a la tarde.

Fue entonces que el viernes 29 de Mayo, muchos de nosotros y a distintas horas de la tarde, fuimos partiendo desde varios puntos del país con destino Treinta y Tres.

Cada uno tenía las coordenadas de los lugares estratégicos de la travesía, lugar de encuentro el viernes, posición del almuerzo del sábado, lugar de pernocte del día sábado, casa de José. Así que nos dirigimos al primer lugar de encuentro, que resultó ser la casa de Luis, un amigo de la vida de José. Un lugar muy especial, por su mobiliario, pos sus características, donde fuimos excelentemente recibidos por José y su amigo Luis.

Estufa a leña encendida dentro, lo que hacía aún más acogedor el lugar, teniendo en cuenta el gran frío que hacía afuera, fue amenizado además por un excelentísimo cantante, Francisco, el cual nos deleitó con un amplio reportorio de temas del cancionero olimareño y nacional, las que fueron disfrutadas por algunos a lo largo de toda la noche, acompañado de alguna que otra bebida espirituosa y picando algunas de las delicias que se iban cocinando al calor del fuego en la estufa.

Otros, los que no sentían tanto el frío de la noche olimareña se quedaron fuera, al lado de la parrilla, que también estaba prendida y en la que cada uno de los que iban llegando, iba “tirando” algo para cocinar y luego cenar.

Conversaciones miles y muy amenas se fueron dando una tras otra, entre los que ya nos conocíamos de algún tiempo atrás, como así también con los nuevos socios que se fueron arrimando al club, y a los que veíamos por primera vez, en esta travesía.

Descanso mediante y luego de que todos los asistentes estuvieron prontos, el sábado a mitad de la mañana partimos en caravana rumbo a Isla Patrulla, primer destino programado del día. Fue ahí donde, a través de un camino de paso entre campos de la zona, nos adentramos a las serranías de Treinta y Tres.

A medida que recorríamos ese camino que cada vez se hacía menos camino y más una huella, cada vez menos pasto y más piedra, cada vez menos horizontal y más escarpado, nos maravillábamos con los paisajes que nos iba regalando esa zona serrana del departamento con hermosas quebradas y valles muy verdes, los que albergan manadas de varias especies, especialmente los ciervos colorados, muy difíciles de divisar, pero con el cual tuvimos la suerte de encontrarnos a la distancia.

Sobre horas del mediodía llegamos al cruce del Arroyo Yerbal Grande, según lo planificado por José Quintín previamente. Se encontraba un poco crecido, pero nada que nuestros vehículos no pudieran sortear. Se verificó de todas formas la profundidad para definir el mejor lugar para cruzarlo, y se procedió a comenzar la cruzada de cada una de las camionetas que formaban la caravana.

Ni siquiera el amigo José, conocedor de la zona y el primero en tirarse al agua, pensó que luego del cruce del arroyo nos íbamos a encontrar con una mezcla de arena y barro muy floja, suelta y empapada de agua, que nos iba a complicar bastante la cruzada de todos los vehículos.

Pero que más lindo que pelear contra las dificultades que nos deparaba el camino, y más si se hace con la solidaridad y compañerismo de este grupo de amantes de los land rover. Fue así que luego que José, con la ayuda de su malacate y utilizando la pala para afirmar lo poco de huella que se podía divisar, pudo llevar su camioneta hasta tierra algo más firme, a lo que se sucedieron cada una de las restantes camionetas de la caravana. Algunos pasando esa dificultad peleando mucho pero por si solos, y otros ayudados por el de adelante que ya tenía preparada una eslinga para auxiliar al que venía atrás a arrimarse al camino más firme.

Fue así que en un par de horas, ya estábamos todos del otro lado sanos y salvos, y prontos para continuar con lo planificado.

Durante las siguientes horas de la tarde continuamos disfrutando del camino, que seguía regalándonos hermosos paisajes y algunas dificultades más para sortear, barros, cruce de arroyos, etc.

Sobre las últimas horas de la tarde llegamos al establecimiento de José, “El Chaparral – de Gladys Llano de Olano”, donde por sorpresa de todos, y siguiendo con ese espíritu de homenajear a sus invitados, que ahora sabemos que lo tiene y lo hace muy bien, el fogón ya estaba prendido y todo organizado para seguir con el agasajo permanente que fuimos recibiendo todo el fin de semana.

Mientras que la mayoría se iba acomodando, armando sus carpas, ordenando las pertenencias,

teniendo en cuenta que el cruce del Yerbal nos había complicado un poco el almuerzo, nos fuimos arrimando al fogón, donde pronto se comenzó a armar una linda picada, mate y otros beberajes de por medio, mientras se comentaba las peripecias vividas durante el día.

Las sorpresas se siguieron dando, y nuestra alegría fue mayor, cuando José arrimándose al fogón nos anuncia que la cena estaba pronta, una espectacular cazuela de matambre, cocinada en una enorme olla, acorde a la cantidad de comensales que había en el lugar. Así que luego de organizar los temas relacionados con platos, cubiertos y vasos, nos fuimos acomodando en la mesa dentro de la casa, donde la acogedora estufa a leña estaba encendida desde antes de nosotros llegar, por lo que el ambiente estaba en inmejorables condiciones, como para sentarse al lado y no moverse de ahí.

No encuentro las palabras para describir lo exquisita que estaba esa cazuela, realmente algo muy muy rico, a la que varios de nosotros le hicimos el honor al cocinero, amigo también de José, y no tuvimos más remedio que repetir lo servido más de una vez.

Luego de un día bastante agitado como lo fue y muy bien comidos y bebidos, nos merecíamos un buen descanso, por lo que cada uno, en distintos momentos, nos fuimos retirando a nuestras camionetas, carpas, etc. que ya estaban dispuestas para nuestro reposo.

Como no hay dos sin tres y José seguía empecinado en agasajarnos, nos despertamos con un delicioso aroma a pastelitos recién fritos. Andrea, se había encargado de armar muchísimos pastelitos de dulce de membrillo y de dulce de leche, perfectamente identificados cada uno, los que fuimos consumiendo, acompañando el mate recién preparado.

La mañana se completó con un paseo por el campo de José, cruzando alguna cañada que otra y pasando por algunos bajos, los que nos aseguraron la diversión que nos faltaba para sellar un fin de semana espectacular.

Luego de la foto grupal infaltable en estas travesías, fuimos volviendo a la casa para recoger nuestras cosas e ir partiendo de a grupos, rumbo a Treinta y Tres en primera instancia y luego a Montevideo y a cada uno de los destinos particulares.

Queremos dejar para el final un enorme agradecimiento a José Quintín, un anfitrión fuera de serie, y que dejó la vara muy alta en lo que a organización de travesías del club se refiere, y siendo la primera de muchas. También no queremos dejar de agradecer a Andrea, presente en todo momento para brindarnos todo lo que necesitamos, a Luis, anfitrión del viernes a la noche y compañero de travesía de José, a los hijos, que también nos acompañaron, así como agradecer al cocinero y su señora, los que nos hicieron deleitar con la cazuela.

José, muchas pero muchas gracias.

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